Roan Percy
Salí del spa con el vapor aún pegado a mi piel y la toalla ceñida baja sobre mi cadera. El aire fresco del pasillo me dio un golpe seco, pero lo que realmente me detuvo fue su perfume, Auren. Siempre apareciendo como una sombra en el momento menos oportuno. La vi girar por el corredor, con esa forma arrogante de caminar como si el mundo entero fuera un escenario construido para ella. Su toalla blanca se aferraba a su cuerpo con una precisión casi deliberada, y en su rostro se dibujaba esa sonrisa afilada que ya conocía bien.
Sin pensarlo demasiado, apuré el paso y la alcancé antes de que se alejara demasiado. Sujete su brazo con firmeza, obligándola a detenerse.
—Ya basta, Auren —le dije en voz baja pero tensa—. Déjala en paz. Mi hermana no necesita tus juegos, ni tu veneno. Bastante ha pasado ya.
Ella se giró despacio, con esa mirada de reina arrogante que usaba cada vez que alguien osaba ponerle límites. La conozco bien.
—¿Tú también, Roan? ¿Vienes a defenderla como un ca