Julienne Percy Abrí los ojos lentamente, con la cabeza latiéndome como un tambor. Mis sentidos tardaron unos segundos en ubicarse. El techo no era el mío. La fragancia del lugar era intensa, amaderada, masculina. Todo era desconocido.Mi cuerpo dolía levemente, como si hubiera sido arrastrado por una tormenta. Al incorporarme entre sábanas de algodón fino, la habitación se reveló: muebles oscuros, paredes de piedra, una ventana enorme que daba a un bosque espeso. No era mi habitación. Ni mi casa.Me incorporé poco a poco, un escalofrío recorriéndome la columna. El entorno era ajeno. Paredes de piedra, un hogar con restos de brasas aún tibias, alfombras gruesas bajo mis pies descalzos. Todo era elegante, sobrio, masculino.Y entonces me golpeó el recuerdo. No con claridad, no como una película reproducida en mi mente, sino con flashes:Un cuerpo sobre el mío. Una voz profunda, grave. Unos ojos… ¿azules? ¿grises? ¿Negros tal vez? El olor del bosque, del poder, del deseo puro. Mi ce
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