Davian Taleyah
Las luces de mi oficina aún estaban encendidas cuando el reloj marcó las once de la noche. El silencio era absoluto, salvo por el suave tic-tac del reloj colgado frente a mí y el ocasional susurro del viento más allá de los ventanales. La mayoría de los miembros de la manada ya dormía, pero yo llevaba horas revisando los informes que llegaban a través de canales de comunicación internos. Algo no encajaba.
Los territorios del este, aliados de la familia Taleyah, habían enviado una solicitud urgente de reunión después de haber sufrido un ataque. No era un conflicto territorial. Tampoco una incursión de rebeldes. Lo que describían... era distinto.
Sea encontrado algunos cuerpos drenados. Garras rotas como si hubieran luchado hasta el último aliento. El olor a sangre mezclado con algo rancio… podrido. El informe estaba escrito con un pulso firme, pero la urgencia entre líneas era palpable.
—¿Vampiros? —murmuré para mí mismo.
Kaemon gruñó dentro de mí. Un sonido grave, primi