Davian Taleyah
El sonido del impacto resonó en el campo de entrenamiento.
Uno de los jóvenes guerreros, apenas diecisiete años, cayó de espaldas tras recibir mi embestida. Se levantó rápidamente, con una mezcla de orgullo herido y determinación.
—Muy bien, Aven —dije mientras lo vi incorporarse—. Pero no bajes nunca la guardia, ni siquiera un segundo. Si lo haces frente a un enemigo real, no tendrás una segunda oportunidad.
El sudor me corría por la espalda, y el olor de la tierra mezclado con la energía de los entrenamientos me mantenía en estado de alerta. Mi torso desnudo brillaba bajo el sol, los tatuajes marcando la piel como si ardieran con su propio fuego. Los muchachos respiraban con esfuerzo, atentos a cada palabra.
Un guerrero irrumpió corriendo desde el bosque.
—¡Alfa! ¡Ataque en la mansión! ¡Vampiros!
El mundo pareció detenerse.
—¿Julienne? ¿Khaos? —mi voz fue un gruñido, apenas contenido.
—No lo sabemos. Uno de ellos logró colarse por el muro oeste. El resto fueron visto