Julienne Percy
La sensación de sus labios aún ardía en los míos.
Me había dejado jadeando en el pasillo, con las piernas temblorosas y el corazón galopando como si quisiera salirse del pecho. Podía fingir todo lo que quisiera, repetir mentalmente que él era un monstruo, que no merecía ni un segundo más de mi atención, pero… mi cuerpo no mentía. Mi alma no mentía, y mi loba, Naseria, vibraba con expectación bajo mi piel.
No podía seguir huyendo de lo que sentía.
Esa noche decidí dar el paso que llevaba días postergando. Ya había dejado a Khaos con Dasha, asegurándome de que estuviera bien alimentado, limpio y dormido en los brazos más amables de toda la mansión, Dasha, silenciosa y protectora, solo me dedicó una sonrisa cómplice cuando me vio salir del cuarto con la bata blanca de seda flotando sobre mis muslos.
No usé perfume. No me recogí el cabello. Me presentaría ante él como soy.
Loba. Mujer. Su omega.
La luna se alzaba completa y redonda por la ventana cuando crucé los pasillos