345. MI ÚNICA FAMILIA

KIERAN:

Caminé a grandes zancadas hasta el despacho de mi primo. Al entrar, lo vi con la cabeza entre las manos; al sentirme, la levantó. Estaba llorando. Se puso de pie y, como siempre que no entiende algo que lo abruma, corrió a mis brazos. Su pequeño cuerpo de omega se estremeció por los sollozos.

—Deja el drama y acaba de decirme qué fue eso que oculté —le pregunté, separándolo de mi cuerpo y limpiando su rostro, obligándolo a tomar agua—. Vamos, habla. ¿Sabes acaso lo que hiciste delante de la manada entera? Eres un omega, Gael, no puedes desafiarme así delante de todos, aunque seas mi primo.

—Lo sé, lo sé, Kieran, pero la rabia me cegó porque me engañaste —dijo, alejándose.

—Acaba de hablar, ¿cómo fue que te engañé? —pregunté, perdiendo un poco la paciencia.

—Sarah, ¿por qué no me dijiste que la habías expulsado de la manada? —me quedé mirándolo sin entender. Hasta donde recordaba, la había expulsado de mi casa, no de la manada.

—Gael, no sé quién te dijo eso, pero so
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