KIERAN:
Me tensé. Las palabras de Atka eran tan simples como ciertas, y aunque me costara admitirlo, sabía que tenía razón.
—Está bien, Claris —murmuré finalmente, más para calmar la tormenta que veía formándose en sus ojos—. Pero si te quedas, tienes que prometerme que harás lo que yo diga. Esto no es algo con lo que puedas arriesgarte. Ella asintió rápidamente, como si hubiera estado esperando esas palabras desde el principio. Se acercó, decidida, sin dejar de mirarme a los ojos. Tan terca, tan valiente… tan necia. Marcus, como buen observador, permanecía en silencio, pero sus ojos parecían pasar de mí a Claris con una mezcla de nerviosismo y curiosidad. Finalmente, se atrevió a hablar. —Disculpen la interrupción, pero esto podría ser más delicado de lo que a