📍 Mansión Volkov — Despacho privado
La puerta de la habitación se cerró de golpe. Adentro quedó la muchacha, rota, sollozando entre las sábanas arrugadas, el vestido reducido a jirones, su respiración cortada como si cada lágrima fuera un gemido de dolor.
Mikhail caminó por el pasillo con el pecho desnudo, aún sudoroso, un cigarro encendido entre los labios y la mirada perdida. La excitación que lo había consumido hacía minutos se transformaba en una especie de calma enferma. Llegó a su despacho, abrió la puerta con violencia y se dejó caer en el sillón de cuero negro.
—Vodka —ordenó con voz ronca.
Sergei, su lugarteniente y único hombre que se atrevía a entrar sin pedir permiso, le sirvió un vaso y lo dejó frente a él. Permaneció de pie, la mandíbula tensa, como si se debatiera entre hablar o callar.
—¿Qué? —gruñó Mikhail, clavando sus ojos helados en él.
Sergei respiró hondo, con el valor de quien sabe que está jugando con su vida.
—Debo decirle algo… como su amigo, no solo como su