Teatro de Florencia — Camerino privado
El ensayo había terminado. El telón se cerró con un eco pesado, y las luces del escenario comenzaron a apagarse. Las demás bailarinas se despidieron entre risas, guardando sus zapatillas en bolsas de tela y cubriéndose con chaquetas. Arianna, exhausta pero aún radiante, caminó hacia su camerino.
Cuando abrió la puerta, se detuvo de golpe.
Allí estaba Greco, sentado en la butaca de terciopelo frente al espejo iluminado. Imponente en su traje negro, con la corbata ligeramente suelta y un ramo de peonías blancas descansando sobre sus manos. Sus ojos azules, fríos y ardientes, se clavaron en ella.
Arianna tragó saliva.
—Greco… ¿qué haces aquí?
Él levantó el ramo, ofreciéndoselo con un gesto grave.
—Esperándote.
Ella lo tomó con manos temblorosas. El aroma dulce llenó el aire, contrastando con la tensión que se respiraba.
Greco se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en las rodillas.
—Leí tu carta. Vi el anillo. Y ahora quiero escucharlo de tu b