Arianna aún tenía las manos temblorosas cuando Greco cerró la caja negra. El sonido del golpe seco resonó como un trueno en la habitación silenciosa.
Ella dio un paso hacia atrás, con los ojos clavados en la mesa.
—¿Qué significa esto, Greco? —susurró, llevándose una mano al pecho—. Esa pluma… es igual a las mías…
Greco reaccionó de inmediato. Avanzó hacia ella y la tomó suavemente de los hombros, obligándola a mirarlo.
—Escúchame, amore mio. —Su voz era grave, firme, pero contenía un tinte de ternura—. No es nada que debas temer. Solo es alguien intentando llamar la atención.
—¿Llamar la atención? —repitió ella, con un temblor en la voz—. Esa mancha roja parecía…
Greco puso un dedo sobre sus labios, silenciándola con delicadeza.
—Shhh… no lo pienses más. Hoy fue tu noche. Tu renacer. No dejaré que nadie lo ensucie.
Ella lo miró, con los ojos húmedos.
—¿De verdad crees que estoy exagerando?
Él acarició su rostro, secando una lágrima antes de que cayera.
—Exagerando no, mi ballerina… p