La nueva mansión de los Leone estaba bañada por la luz del mediodía. Los ventanales dejaban entrar un sol dorado que caía sobre el comedor principal, donde la mesa larga de caoba estaba cubierta con vajilla fina, copas de cristal y platos servidos con comida preparada por los mejores chefs que Nonna Vittoria había traído de Nápoles.
El olor a pan recién horneado y albahaca llenaba el aire. Por primera vez en mucho tiempo, el ambiente parecía ligero, casi familiar.
Greco estaba en la cabecera, impecable en su camisa blanca arremangada, observando todo con la seriedad de un rey en su trono. A su derecha, Arianna lo acompañaba, con un vestido color marfil y el cabello recogido de manera sencilla. A la izquierda, Nonna Vittoria, recta y orgullosa, con Lorenzo sentado a su lado. Frente a ellos, Dante estaba junto a Luciana, ayudándola con el bebé que descansaba en brazos. Los gemelos, en sus cochecitos a un costado, lanzaban balbuceos y pequeñas risas que iluminaban la mesa.
Por un instant