Capítulo 18.
Mi respiración aún temblaba cuando Santiago volvió a moverse. No fue lento esta vez.
Fue hambriento. Me levantó una pierna sobre su hombro, sus ojos clavados en los míos mientras empujaban más adentro, más fuerte—tan profundo que el aire se me escapó en un jadeo agudo.
—¿Sientes eso? —preguntó ronco—. Todo esto… es tuyo. Y tú eres mía.
Su pulgar encontró mi clítoris al instante, dibujando círculos rápidos, precisos, mientras seguía embistiéndome con una cadencia que me hacía arquear la espalda sin control. Cada golpe rebotaba dentro de mí como si no pudiera contener toda esa electricidad acumulándose bajo la piel.
—Santiago… no puedo… —gemí entre dientes apretados.
—Claro que puedes —gruñó él, sin dejar de mirarme—. Quiero verte perder el control… quiero ver cómo tiemblas por mí
Y lo hice.
Mis uñas se clavaron en su espalda cuando otro orgasmo estalló desde dentro—más fuerte que el primero—un choque eléctrico que me hizo gritar su nombre con los ojos cerrados y las piernas temblando s