C120: De ser sinónimo de desgracia a motivo de respeto.
—Mi señor —continuó Azucena con la cabeza inclinada y la respiración todavía temblorosa por la emoción—, yo soy feliz así, tal y como estamos ahora. Haré cuanto usted me ordene; no tengo otro anhelo que corresponder a lo que me ha dado. Me salvó la vida y me abrió las puertas a un mundo que desconocía: antes, con mis padres hubo instantes de paz, momentos sencillos en los que aprendí a sonreír pese al rechazo de mi manada; ellos hicieron todo por protegerme y procurarme algo de calma. Pero luego vino el Rey Alfa de Asis y aquellos años se convirtieron en una larga sombra: viví sometida, humillada, hasta que su presencia borró la memoria de la tranquilidad. Usted me rescató de ese infierno y me permitió reencontrar la ilusión; desde el instante en que confió en mí, recibí un regalo que no esperaba y que me desbordó. Honestamente, habría aceptado morir en sus manos antes que regresar a los caprichos del Rey Alfa de Asis; prefería la muerte a volver a su yugo.
Askeladd la escuchó con ate