La noticia de que Lúa estaba embarazada parecía haber destapado una caja de Pandora en aquel salón. Enrico seguía mirando a Martín como si intentara descifrar algo oculto detrás de su expresión inalterable, o como si esperara que mi suegro hiciera algo. Por su parte, Clío se había quedado estática, con una sonrisa que trataba de disfrazar el nerviosismo que sentía. Yo solo me mantenía en silencio, observando cómo las piezas comenzaban a moverse en este juego que parecía estar lejos de acabar.
Susan se acercó a Henry y, sin decir nada, lo tomó del rostro con ambas manos. Sus ojos brillaban con una mezcla de emoción y algo más difícil de descifrar. —Hijo, esto es maravilloso —dijo, aunque su tono no ocultaba del todo la preocupación—. Pero sabes que un embarazo cambia todo. ¡Felicidades, hijo, nos al