Martín, por su parte, parecía disfrutar del momento. Su sonrisa tranquila y su postura relajada contrastaban con las miradas tensas de Enrico y Susan.
—La juventud necesita orientación, ¿no creen? —dijo Martín finalmente, rompiendo el silencio—. No todos tienen la suerte de contar con alguien que les extienda una mano cuando más lo necesitan. Martín habló con una carga intencionada, dirigida directamente a Enrico. La mirada del padre de Henry brilló con furia y desconcierto, pero antes de que pudiera contestar, Clío se adelantó. —Papá siempre ha sido así. Cuando vio que Henry y Lúa necesitaban apoyo, simplemente lo dio, sin preguntar nada —dijo Clío con la mirada fija en Enrico, como si estuviera defendiendo una verdad que ambos conocían—. Todos somos los hijos de papá. Los ojos de G