Kael
La luz del amanecer se filtraba por las estrechas ventanas de la torre oeste mientras yo observaba a Auren estudiar los mapas desplegados sobre la mesa. Sus dedos, delgados pero firmes, trazaban rutas entre las fronteras de nuestros reinos con una precisión que me sorprendía. Llevaba el cabello recogido en una trenza simple que caía sobre su hombro izquierdo, y su rostro mostraba una concentración absoluta.
—Si las tropas de mi padre avanzan por el valle de Eriden, vuestros hombres quedarán expuestos aquí y aquí —señaló dos puntos en el mapa con decisión—. Pero si conseguimos que el mensajero llegue a tiempo con la información que preparamos...
—Podríamos evitar un enfrentamiento directo —completé su pensamiento, inclinándome sobre el mapa hasta que nuestros hombros casi se rozaron.
El aroma a lavanda que emanaba de su piel me distrajo momentáneamente. Tres semanas trabajando juntos, y cada día descubría algo nuevo en ella que desafiaba mis expectativas. La hija bastarda del Rey