Kael
La luz del amanecer se filtraba por los ventanales del balcón, bañando la habitación en tonos dorados. Contemplé a Auren dormida a mi lado, su cabello extendido como un manto de ébano sobre las almohadas. Sus pestañas proyectaban pequeñas sombras sobre sus mejillas, y su respiración, pausada y tranquila, me recordaba que esto no era un sueño.
Había pasado tanto tiempo imaginando este momento que ahora, teniéndola junto a mí, sentía una extraña mezcla de paz y vértigo. Como si el universo hubiera conspirado para reunirnos después de tantas batallas, tantas pérdidas, tanto dolor.
Me incorporé con cuidado para no despertarla y caminé hacia el balcón. Desde allí podía ver los jardines del palacio, ahora transformados. Ya no eran los jardines sombríos de un reino oprimido, sino el reflejo de una nueva era. Los jardineros trabajaban entre risas, los guardias conversaban relajados, y a lo lejos, en la ciudad, las banderas de la paz ondeaban junto a las del nuevo reino unificado.
—¿Conte