Alexander
Nunca he sido un hombre que se deje arrastrar por sus emociones. No es que no las tenga, es que siempre he sabido cómo controlarlas. El control es poder, y he construido mi vida sobre esa premisa. En los negocios, en las relaciones, incluso en mi propio corazón, siempre he mantenido todo bajo llave. No hago vínculos. No me apego. Y, sin embargo, desde que Sofía entró en mi vida, todo está comenzando a desmoronarse.
El primer día que la vi, la vi como una más. Una secretaria más en la fila interminable de mujeres que pasaban por mi oficina, haciendo su trabajo, cumpliendo su función. Lo que no anticipaba era lo que provocaría en mí. La forma en que su presencia me afectaba. La forma en que la deseaba, sí, pero también la forma en que me desestabilizaba. Sofía no era solo una mujer más. No, ella… era un desafío.
Hoy, sin embargo, la situación había llegado a un punto de no retorno. Todo comenzó con un malentendido laboral. Un pequeño error, insignificante en comparación con la