SofíaLo sabía. Algo no encajaba con Alexander. Al principio, me lo negué, convencida de que todo lo que me provocaba su comportamiento era solo una atracción peligrosa, algo superficial que podría manejar. Pero, cuanto más pasaba el tiempo cerca de él, más claro se volvía: había una faceta de él que nunca me había mostrado. Y no solo eso, sino que intentaba esconderla tan meticulosamente que no pude evitar querer descubrirla.La curiosidad es una maldición, lo sé. Pero mi instinto me decía que no estaba imaginando las piezas que no encajaban. Algo oscuro se cernía sobre su pasado, y yo, inevitablemente, me estaba acercando a eso. Sabía que no debía preguntar, que debía mantenerme al margen, pero la necesidad de comprender lo que lo hacía tan distante, tan inalcanzable, comenzó a consumir mis pensamientos.Así que comencé a investigar, con cautela, con discreción. Mis intentos eran sutiles. Lo hacía sin que él se diera cuenta, sin levantar sospechas. Primero, observaba los detalles:
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