Más tarde, mientras Arthur veía un noticiero en la televisión de la suite, Zoe apareció con una expresión serena, pero firme. Se sentó a su lado en la cama y entrelazó sus dedos con los de él.
—Amor… necesito contarte algo. Acepté la propuesta de Thor. El lunes regreso a trabajar en la empresa.
Arthur apagó la televisión de inmediato. La sonrisa se borró de su rostro y su mirada se tornó densa.
—¿Cómo así? Ya habíamos hablado de esto, preciosa. Lo acordado era que dejarías la empresa para invertir en algo tuyo. ¿Te acuerdas? Desde que empezamos nuestra relación, siempre hablamos y decidimos todo juntos.
Zoe respiró hondo.
—Lo sé. Y no es que haya cambiado de opinión. Pero… aún no sé en qué quiero invertir. Tú mismo dijiste que querías que yo tuviera independencia, que construyera algo mío. Y mientras no descubro qué, prefiero seguir trabajando. No quiero quedarme en casa.
Arthur se pasó la mano por la nuca, visiblemente incómodo.
—Pero no tienes que trabajar en una empresa que no es t