El tiempo parecía haberse doblado alrededor de aquel instante. Habían pasado dos horas desde que Celina había empezado a arreglarse, pero para ella era como si hubiera parpadeado y, de pronto, estuviera frente al espejo, completamente lista. El vestido blanco, sencillo y elegante, se amoldaba perfectamente a su cuerpo, resaltando el vientre donde llevaba a sus dos tesoros. El cabello ondulado caía suavemente sobre los hombros y el maquillaje sutil no hacía más que realzar la belleza natural de sus rasgos.
Zoe la observó en silencio unos segundos hasta que dejó escapar una sonrisa radiante.
—Estás preciosa —dijo con la voz entrecortada por la emoción—. La novia embarazada más hermosa del mundo.
Celina sonrió, pasando las manos sobre el vientre, conmovida.
—Todo esto parece un sueño, Zoe. Un sueño del que no quiero despertar.
Zoe se acercó y acomodó con cariño un mechón suelto del cabello de su amiga.
—Y él te estará esperando abajo como en todos los días de su vida juntos. Porque usted