Ava arqueó una ceja, como desafiándolo con aquel tono intrigante.
—¿Tiempo para qué?
—Para hacer lo que no has planeado —murmuró Gabriel, deteniéndose frente a ella, los ojos firmes en los suyos—. Para sentir.
Ava suspiró, algo sorprendida por la fuerza de esas palabras. Él llevó la mano al rostro de ella, deslizando los dedos con ternura. Sus ojos, profundos y atentos, buscaban en los de Ava no solo deseo, sino entrega.
—Sé que te gusta tener todo bajo control, Ava. Que tu mundo está hecho de rutina, previsiones y estabilidad. Pero… —hizo una breve pausa, acercando los labios al oído de ella—… ¿y si, solo por hoy, dejaras que el corazón marque el camino?
Ella cerró los ojos por un instante, intentando contener la reacción visceral que él provocaba en su cuerpo. Cada palabra suya parecía despertar un espacio dentro de ella que había permanecido dormido.
—Gabriel… —susurró, con la voz más suave de lo habitual—… no tienes idea de lo que me estás haciendo.
—Creo que sí… —respondió él, ti