Las nubes pesadas y el cielo gris volvían el ambiente aún más silencioso y tenso, como si el propio universo estuviera atento a lo que estaba a punto de suceder. Celina lo miraba con los ojos entrecerrados, los brazos cruzados sobre el pecho y un tono de voz cortante.
—¿En qué momento exactamente decidiste traerme aquí? —preguntó sin apartar la mirada.
Thor apretó los labios en una sonrisa ladeada, el sarcasmo escurriéndose por su voz.
—Cuando me di cuenta de que, si no lo hacía, ibas a seguir huyendo. Te di tiempo suficiente para hablar. Esperé, respeté. Pero, como siempre, prefieres el silencio. Huir. Así que decidí traerte lejos de todo. Si no era ahora, iba a ser después de la consulta. Pero… dadas las circunstancias… aquí estamos. Bienvenida, querida.
—Eres insoportable, Thor.
Él rió, burlón.
—En la cama no decías eso.
Celina ni tuvo tiempo de replicar. Thor ya seguía hablando:
—Vamos, te voy a llevar en brazos.
—Voy caminando.
—¿Y el reposo? —provocó él, arqueando una ceja.
Celi