El escándalo tomaba forma ante todos. Afuera de la iglesia, en una limusina a punto de estacionar, el celular de Isabela comenzó a sonar insistentemente. Era su padre, Otávio.
—¿Papá? Ya estoy llegando, ¡el vestido está perfecto!
Pero la voz al otro lado de la línea sonó trémula, sofocada, desesperada:
—Isabela, escucha lo que voy a decirte… no vengas. Por el amor de Dios, no entres en esa iglesia.
—¿Cómo que no entre, papá? ¡Qué disparate es ese!
—Thor… Thor acaba de gritar delante de todo el mundo que no va a casarse. Dijo que no vivirá una mentira. ¡Él ama a esa mujer, hija! —soltó Otávio de un solo aliento, como si aún no creyera lo que había presenciado.
Isabela se quedó muda unos segundos. El celular resbaló entre sus dedos temblorosos, y la expresión de victoria en su rostro se transformó en puro terror.
—¿Él… qué?
—Hija, escucha a tu padre. No pases por esta humillación. La prensa está aquí. Fue un escándalo. Vete ahora. Por favor. ¡Te juro que acabaré con él y con esa mujer!