Sé mi novia

Leandro sonreía mientras Agatha tenía las mejillas sonrojadas. Sirvieron una gran cantidad de platos; Agatha tomó un bocadillo de cada uno.

—¿Por qué me odias tanto, Agatha? Sé que nuestro comienzo fue difícil, pero no es para odiarme. ¿O es que odias a todos los hombres?

—A la mayoría. Eso no te hace especial. Solo quiero a Lucciano, es el único hombre que merece mi cariño.

—¿Tanto daño te hicieron?

—El novio que amé con mi alma me hizo su mujer. Yo me entregué con cuerpo y alma a él, pero el bastardo estaba grabando todo y subastó el video de cómo perdía mi virginidad. Fui el hazmerreír de la facultad hasta que terminé la carrera, aunque Lucciano le rompió las piernas y la cara. Eso no quita que aún ande mi video por la red. Es por eso que, para mí, todos los hombres son cerdos… solo que algunos saben ocultarlo mejor.

Leandro se quedó sin palabras al escuchar con el odio y frialdad que hablaba Agatha.

—Yo... no sabía... lo siento.

—No tienes por qué saberlo. No somos amigos, San Mar
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