Agatha trabajaba en su oficina sin darse cuenta de que Leandro la observaba.
Ella estaba poniendo unos archivos en alto y sacando otros, pero al ser más baja, todo se le vino encima. Cerró los ojos esperando el golpe que nunca llegó.
Al abrirlos, Leandro estaba cubriéndola como una sombra, con una sonrisa de lado, mirando cómo se sonrojaba.
Tomó el adorno que cayó, ubicándolo bien sin problemas por su estatura, presionando el cuerpo de Agatha contra el estante.
Agatha quedó sin voz, luego Leandro bajó la mirada y la vio mientras acariciaba su mejilla.
—Ten cuidado, te puedes lastimar si no te fijas.
—¿Qué haces aquí, animal? Nadie necesita tu ayuda —dijo Agatha, tratando de sacar su fiera, que estaba más que escondida por el aura dominante de Leandro.
—Un “gracias” hubiera sido suficiente. Quizás para la otra deje que te caiga algo en la cabeza y así, inconsciente, me aprovecho de ti.
—Como el animal que eres.
Leandro solo sonrió y pasó su pulgar por sus labios, poniéndola más nervios