Mundo ficciónIniciar sesiónLa sala de operaciones olía a nervio y a pólvora vieja. Pantallas parpadeaban con mapas, rostros y transmisiones cortadas; el teléfono sonaba en bucle en una mesa lateral. Bruno estaba de pie detrás del escritorio, la corbata desanudada, la camisa arremangada. Sus ojos eran dos carbones encendidos.
Entró uno de sus hombres, con la cara apagada, una tablet temblando en la mano. Traía la noticia que nadie quería repetir en voz alta: la operación había fracasado. Todos los hombres enviados habían caído bajo el fuego de un pequeño ejército enmascarado. Sólo uno había vuelto de milagro, arrastrándose entre rocas y sangre.
Las palabras no necesitaban adornos. El hombre dejó la tablet sobre el escritorio y miró al jefe, sin atreverse a levantar la c







