Evaluna lo miró con una mezcla de ternura y tristeza. Damon se quedó en silencio, aún leyendo los resultados como si pudiera cambiar lo que ya era evidente.
—¿No tienes nada que decir? —preguntó Evaluna al ver que no le respondia al niño, cruzado de brazos—. Es tu hijo, Damon. No es una suposición ni un rumor. Es tu sangre.
—Lo sé —respondió por fin Damon, con su voz grave, imperturbable—. No soy estúpido. Y ya las pruebas lo confirmaron.
—Podrías engañar a cualquiera —soltó Evaluna, con una sonrisa sarcástica—. Al menos finge algo de emoción, aunque sea para no traumar al niño.
Rowan lo mira esperando una respuesta.
—Me gusta cuando me hablas asi mandona. Tienes cara de princesa bruja. Bonita pero regañona —murmuró al oído de Evaluna, haciendo que ella riera entre dientes.
—¿Princesa bruja? ¿Y tú qué eres, un duende odioso? —le preguntó ella, guiñándole un ojo.
Damon los observó sin moverse. Sus ojos se posaron en su hijo, en esa criatura pequeña con su mismo ceño fruncido, y por pr