69. CAZANDO EL MAL
No puedo creer que Iván Felipe haya venido.
Envié la carta unos días antes con la intención de apartarlo del pueblo, de la hacienda y, sobre todo, del regimiento. Pensaba distraerlo, quizá darle un respiro; no imaginé que lo necesitaría aquí.
—Gracias —dije, apretando la pluma hasta que el borde marcó el papel—. No creí que Lord Marcus fuera capaz de tenderme una emboscada.
Él rio, seco, y negó con la cabeza.
—Te debía esto. Además, no negaré que fue entretenido encontrarte así.
Dejé la pluma y lo miré.
—¿Por eso tardaste en desatarme?
Su sonrisa se ensanchó, burlona, pero los ojos le guardaban una sombra que no pudo ocultar.
—El gran capitán Jaime Enríquez, amarrado y magullado. No es algo que vea todos los días. Quizá no vuelva a verlo.
Lo ignoré y seguí escribiendo. Iván es de los pocos hombres rectos que conozco —no blando por eso—; su sorna me dijo que todavía había lugar para algo más que su pena. Se recuperará.
—¿Seguro de que no quieres que me quede? —pregunta con rostro perpl