56. HILO DOBLE
JAIME
Desperté con el roce de sus manos sobre mi rostro. Fue tan suave, tan delicado, que por un instante dudé de estar despierto. Al abrir los ojos, lo primero que encontré fue la belleza de su mirada, una mezcla dolorosa de ternura y tristeza que me atravesó como un filo. Aquella expresión suya era tan humana, tan vulnerable, que sentí mi pecho pesado con la certeza de no poder aliviarla tanto como quisiera.
No sé qué tanto pasaba por su mente en ese instante, pero sí sabía algo con absoluta claridad: todo lo que hacía, lo hacía por la duquesa. De haber estado sola, habría desaparecido hace tiempo, cambiando de nombre, de rostro, de vida, y me habría arrastrado con ella hacia un destino compartido. Su magia es prueba de ello. Poder desaparecer estaba en sus manos… y, sin embargo, permanecía allí, atada.
Su labio inferior tembló antes de dejar escapar un suspiro que quebró el silencio. Cerró los ojos y se refugió contra mí, y en el calor de su cuerpo pude sentir no solo la calidez de