57. AQUELLA NOCHE
JAIME
—Es doble... —esas fueron las palabras que Cielo pronunció con un hilo de voz.
No comprendí, pero bastó con ver la perplejidad en su rostro para saber que se trataba de algo importante, algo que escapaba a mi entendimiento.
Antes de que pudiera preguntar, ella me miró con una seriedad que me desarmó.
—¿Te sientes atraído también a Elizabeth?
La pregunta me golpeó como un puñetazo invisible. Me dejó sin aire, sin palabras.
¿Cómo podía responder a algo así?
Lo había pensado, sí. En silencio, en los rincones más oscuros de mi mente, me había sorprendido con pensamientos fugaces que jamás me atreví a alimentar. Siempre lo reduje a una fantasía absurda, una debilidad masculina, producto del milagro imposible de que existiera Cielo... y de que, de algún modo, fuese mía. Fantasear con la otra conciencia que habitaba en su cuerpo no podía ser más que un deseo morboso, insano, algo imposible de materializar para cualquier ser humano.
Pensarlo era una cosa. Pronunciarlo en voz alta, otra