La sala entera se sumió en un murmullo escandalizado. Alba se volvió con el rostro desencajado. Lucian lo miró, helado.
—¿Qué has dicho?
Efraín alzó el mentón.
—Ella es demasiado importante. No podemos dejarla ir. Si tú renuncias, yo me encargaré de asegurar el linaje de Esvedra.
—¡Eso es inaceptable! —gritó Alba—. ¡Ella es para el rey!
Ethan apretó los puños, su energía vibrando en ondas.
—¡No permitiré que ninguno de ustedes la tenga! No es un trofeo, es una persona y su voluntad vale más que sus leyes caducas.
Lucian alzó una mano para acallar la discusión. Su mirada se había endurecido.
—¡Silencio todos! Ya he tomado una decisión.
Todos enmudecieron.
—Habrá una contienda. Yo mismo enfrentaré a Ethan, y el destino decidirá. Si gano, Adelia será mi reina. Si pierdo, se irá con él. Nadie más tendrá derecho sobre ella. Ni Efraín, ni el Consejo, ni Alba.
—¿Y si pierdes? —inquirió Efraín.
—Respetaré el trato —dijo Lucian con gravedad—. Esvedra lo respetará. Aunque no creo que pierda.
Et