«¡Mía, j0d3r! ¡Solo mía!», se dijo.
Extendió los brazos, y alcanzó sus ropas con cada una de sus manos, y las apretó en puños. Era lo único que podía ante aquella tormenta de sensaciones a la que estaba siendo sometido, una fina capa de sudor comenzaba a cubrir su cuerpo. Al mismo tiempo que sentía como sus testículos se contraían.
Pensó que se correría ahí mismo, en el instante en que se inclinó un poco y la vio abrir los labios y tomar más profundamente su mástil de carne. La dio tiempo a que se acostumbrara a su tamaño, lo succionaba lento y sin prisas. Su inexperiencia lo estaba volviendo loco, hasta que no pudo soportar, empujó sus caderas y comenzó a f0llar su boca haciendo que el deseo y la lujuria creciera en olas en ellos.
—¡BASTA! —Aquello fue todo lo que él pudo aguantar—. Ven aquí, cachorra.
Ya Astrea lo había torturado lo suficiente, que lo maldijera la diosa si no iba a hacer lo mismo con ella. Se escuchó un “plop” y un jadeo de protesta cuando Kael la apartó de su m