El silencio de la mansión era casi tangible mientras Eva recorría el pasillo del ala este. Lucian había salido temprano, dejándola con la libertad que ella tanto ansiaba para explorar los rincones prohibidos de aquel lugar. Sus dedos rozaron el papel tapiz desgastado, siguiendo un patrón que parecía más antiguo que el resto de la decoración.
Algo la llamaba. No era una voz, sino una sensación, como si un hilo invisible tirara de ella hacia lo desconocido.
Cuando sus dedos presionaron cierto punto de la pared, un chasquido metálico resonó en el silencio. Eva contuvo la respiración mientras un panel se deslizaba, revelando un estrecho pasadizo de piedra. El aire que emergió era frío, antiguo, cargado de secretos.
—Sabía que escondías algo más —murmuró, encendiendo la linterna de su teléfono antes de adentrarse en la oscuridad.
El pasadizo descendía en espiral, cada escalón más frío que el anterior. El sonido de sus pasos rebotaba contra las paredes húmedas, creando ecos que parecían sus