El cielo sobre el pueblo se había teñido de un rojo enfermizo, como si las nubes sangraran. Los habitantes miraban hacia la colina donde se alzaba la mansión de Lucian, sintiendo un escalofrío colectivo recorrer sus espinas dorsales. Algo estaba cambiando en el aire, una presencia antigua y maligna que se expandía como niebla venenosa.
En las calles, los pocos vampiros y brujos que habían sobrevivido a los enfrentamientos anteriores se reunían en pequeños grupos, intercambiando miradas de preocupación. Todos lo sentían: el pacto ancestral estaba a punto de sellarse.
"Es la hora," murmuró Elías, el más antiguo de los brujos del concilio, mientras sus ojos, blancos por la edad, se dirigían hacia la mansión. "El ciclo está llegando a su fin."
Dentro de la biblioteca de la mansión, Eva pasaba frenéticamente las páginas del grimorio más antiguo que habían encontrado. Sus dedos temblaban mientras recorría textos en lenguas olvidadas, buscando desesperadamente una salida.
"Tiene que haber ot