Damian
El calor de Marrakech se colaba por las rendijas de la ventana como un intruso silencioso. Observé a Elena inclinada sobre el mapa que habíamos conseguido, con su cabello recogido en una coleta improvisada y algunos mechones rebeldes cayendo sobre su rostro. Intenté concentrarme en los planos del complejo que debíamos infiltrar, pero mi mirada traicionera volvía una y otra vez a ella.
Maldita sea. Esto no estaba en los planes.
—Damián, ¿me estás escuchando? —su voz me sacó del trance.
—Perdona, estaba analizando las posibles rutas de escape —mentí, volviendo a los documentos.
La verdad era mucho más complicada. Desde aquel beso robado en el callejón de Tánger, algo se había despertado en mí. Algo que llevaba años dormido, algo que había jurado no volver a sentir después de perder a Sophia en aquella operación fallida en Beirut.
Elena se acercó y señaló un punto en el mapa.
—Creo que esta es nuestra mejor opción. La seguridad es menor en el ala este durante el cambio de guardia.