El amanecer se filtraba por las cortinas de la habitación del hotel en Lisboa. Contemplé los rayos dorados que dibujaban patrones sobre las sábanas arrugadas mientras escuchaba la respiración acompasada de Marcus a mi lado. Aún me resultaba extraño llamarlo por su nombre de pila después de tanto tiempo conociéndolo como Blackthorne, el operativo sin escrúpulos, el hombre que representaba todo lo que yo despreciaba.
Qué equivocada estaba.
Me incorporé ligeramente, apoyándome sobre mi codo para observarlo dormir. Su rostro, normalmente tenso y vigilante, mostraba una serenidad que pocas veces le había visto. Las cicatrices que cruzaban su torso contaban historias de batallas que nunca había compartido conmigo hasta hace poco. Cada marca era un capítulo de su vida dedicada a proteger a otros, incluso cuando nadie le agradecía por ello.
Tres meses atrás, cuando me encontraba atada en aquel sótano en Damasco, jamás hubiera imaginado que terminaría aquí, contemplando el rostro del hombre qu