El calor era insoportable. No solo el del desierto que nos rodeaba, sino el que sentía cada vez que Marcus me miraba. Habíamos avanzado durante horas por terreno hostil, alejándonos del campamento donde habíamos encontrado los documentos que vinculaban a Khalid con la red terrorista. La información era valiosa, pero también peligrosa. Ahora éramos portadores de secretos que muchos matarían por silenciar.
—Necesitamos descansar —dije, secándome el sudor de la frente con el dorso de la mano—. No puedo dar un paso más.
Marcus se detuvo y me observó con esos ojos penetrantes que parecían leer cada uno de mis pensamientos. Odiaba sentirme tan transparente ante él.
—Cinco minutos —concedió, escaneando el horizonte—. No podemos quedarnos quietos mucho tiempo.
Me dejé caer sobre una roca, agradeciendo el breve respiro. Observé a Marcus mientras revisaba el perímetro. Su cuerpo se movía con la precisión de un depredador, cada músculo perfectamente coordinado. Era difícil no admirar su eficienc