Damian
La noche caía sobre el campamento improvisado mientras observaba a Elena revisar por tercera vez el mapa que habíamos conseguido. Sus dedos recorrían las líneas con precisión, memorizando cada ruta de escape, cada punto ciego. Admiraba su determinación, esa obstinación que antes me irritaba y ahora me resultaba fascinante.
—Damián, ¿me estás escuchando? —preguntó sin levantar la mirada del papel.
—Cada palabra —mentí, más concentrado en la forma en que la luz de la lámpara dibujaba sombras en su rostro.
Elena levantó la vista y me estudió con esos ojos que parecían leer más allá de mis defensas. Una habilidad peligrosa que había desarrollado con alarmante rapidez.
—Mientes fatal para ser un operativo de élite —dijo con una media sonrisa.
Me acerqué y me senté frente a ella. El espacio reducido de la tienda nos obligaba a una proximidad que hacía tiempo había dejado de ser incómoda para convertirse en necesaria.
—La infiltración es arriesgada —dije, volviendo al tema que nos ocup