Caminé con paso firme, sin prisa, marcando el ritmo que todos esperaban de un Alfa.
Azura iba detrás de mí, con la cabeza gacha, moviéndose como si cada paso le doliera.
El efecto era… perfecto.
Cruel, necesario, y parte del juego.
Al cruzar la entrada del salón, la vi.
Lilith.
Exteriormente lucía igual que siempre: postura firme, expresión neutra, mirada calculada y una sonrisa bien marcada… pero había algo distinto hoy. No sabría explicarlo. Como si parte de su mente estuviera lejos, ocupada en un lugar al que yo no tenía acceso.
Una distracción.
Un secreto.
¿Un amor?
Me detuve cerca del gran ventanal lateral, usando el reflejo para observarla sin que se diera cuenta. Había aprendido a leer a las personas desde niño, y lo que veía ahora… no encajaba del todo. Ella no se distraía jamás.
No sin motivo.
Antes de poder analizarlo más, Kael apareció entre la multitud y se acercó a mí.
—Pensé que no vendrías —murmuró, apenas disimulando su incomodidad en un lugar tan cargado de ritual