Hoy es el día de la fiesta.
Un día que todos aquí viven como si fuera una gran celebración… mientras que para mí es apenas el primer paso de un movimiento que he calculado durante semanas.
Nuestra pequeña red de información ya está operando.
Hoy daremos el primer avance real hacia algo que ha consumido cada pensamiento que tengo:
la verdad sobre la muerte de mi padre.
Y esta noche, más que nunca, siento el contraste entre este lugar y el mundo real.
Esta manada vive casi congelada en el tiempo, aferrada a tradiciones rígidas y reglas creadas —claramente— para mantenernos ignorantes.
Sin tecnología moderna, sin comunicación, sin nada que no haya sido “bendecido” por los ancianos.
Pero durante los días que llevo aquí, he empezado a notar algo inquietante:
no todos viven bajo las mismas reglas.
Ryan —mi hermano— tiene acceso a ciertos aparatos.
Una tablet vieja, un celular sin señal pero lleno de archivos, una computadora portátil que “no se puede conectar a nada”, según ellos.
Mi her