La oficina olía a polvo viejo y tinta encerrada. No debería estar ahí, lo sabía… pero si algún día quería ser libre, no me quedaba otra opción que confiar en que él podría hacerlo. Si Vastyr me liberaba, solo necesitaba una oportunidad. Era lo único que pedía.
Cerré la puerta con cuidado y me acerqué al escritorio principal, donde los cajones seguían entreabiertos, como si alguien hubiera salido con prisa.
Comencé a leer cada hoja que encontraba, aunque mi lectura era… deficiente, por decir poco. Las letras se me enredaban, las cifras bailaban y algunas palabras parecían escritas en un idioma que no dominaba del todo.
Pero aun así, seguí.
Pasé los dedos por documentos gruesos, llenos de columnas interminables. Había tablas, números ordenados en filas, listas con fechas que avanzaban como si contaran una historia silenciosa. Noté patrones, cantidades repetidas, sumas que no cuadraban del todo y hojas con anotaciones apresuradas al margen.
No entendía completamente lo que significaban…