CAPÍTULO 60: HORA DE SALIDA
Elena
Siento que el mundo me da vueltas; un pitido me taladra los oídos y el corazón se me dispara, como si alguien me hubiera vaciado los pulmones de un tirón. Esto tiene que ser un error, una equivocación grotesca. Nadie podía venir por ellos. Solo yo. No hay otra firma autorizada, Teresa está trabajando, no dejé a nadie más en la lista. Repaso mentalmente cada paso, cada papel, cada indicación. No me falta nada… salvo los niños.
La cabeza me empieza a disparar conjeturas y la primera flecha va a Jacob. ¿Se los llevó? Es capaz de presentarse sin avisar, de irrumpir con decisiones, de creer que hace lo correcto. Me sube una ola de rabia y miedo al mismo tiempo: si fue él, cruzó una línea que no le voy a perdonar. Y si no fue él… entonces es peor, pero mi primer pensamiento es él, inevitable, como un reflejo.
—¿¡Qué!? ¿Quién? —pregunto, y la voz me sale ajena—. Yo soy su mamá.
—La persona autorizada —responde—. Firmó en Dirección.
—Yo no autoricé a nadie —s