CAPÍTULO 105: DIME QUE NO LLEGASTE TARDE
Elena
No debería temblar así el día que voy a casarme. Me encuentro delante de una puerta de vidrio opaco con letras doradas que dicen REGISTRO CIVIL, pero las rodillas me pesan como si llevara cadenas. Rodrigo está a mi lado, impecable en camisa blanca y chaqueta oscura, sosteniendo los papeles con una calma que yo no tengo.
Respiro hondo varias veces, pero no me sirve de mucho. Esto no se siente como un comienzo sino como una despedida, y me odio por eso.
—Podemos esperar —me dice él en voz baja, como si me leyera por dentro—. No tenemos que firmar hoy si no estás lista.
—Estoy lista —miento.
Me mira. Sus ojos son cálidos, limpios y sin juicio. Eso me duele más.
—Rodrigo… —susurro—. Lo estoy haciendo por mis hijos.
—Lo sé.
—Y porque necesito estabilidad, y porque tú… tú has sido lo único bueno cuando todo se me vino abajo.
—Lo sé —repite.
—Y también porque tengo miedo.
Esta vez no responde. Solo asiente, muy leve, como si aceptara una verdad