Parte I – Sonya
Las luces me comen los ojos. No sé si es la calle o el llanto, pero no veo bien.
Aprieto el volante con tanta fuerza que me duelen los nudillos. Sigo manejando, sigo avanzando. No puedo parar, no voy a parar, y mucho menos voy a dejar que me encierren como a una criminal cuando todo lo que hice fue por mi hijo.
Eso me repito una y otra vez aunque ya nadie me crea. El parabrisas está lleno de gotas, la lluvia golpea como si quisiera atravesarlo, es de noche y las luces rojas de otros autos se estiran frente a mí como manchas. Voy demasiado rápido, pero bajar la velocidad sería admitir que tengo miedo, y yo no tengo miedo.
El teléfono vibra en el asiento del copiloto, pero l ignoro hasta que vuelve a vibrar otra vez y así hasta acumularse diez llamadas perdidas.
—Basta… —susurro.
Lo agarro sin apartar los ojos del camino y solo deslizo los ojos un segundo para ver el nombre en la pantalla.
Es Jacob… sé lo que me va a decir, sé que ya lo sabe todo, pero igual contesto.
—M