CAPÍTULO 61: NO ME TOQUES
Jacob
Cruzo la salida del hospital con el cuerpo tenso, como si la noche pesara más que otros días. Llevo una semana amarrado a una silla de hospital y al pitido constante de un monitor. Mi madre está “estable”, la palabra favorita de los médicos cuando no quieren entrar en detalles. Reposo, observación y nada de emociones fuertes: “no exponerla a estrés”, repiten. Lo escucho y organizo turnos, enfermeras y todo lo que haga falta. Pero hoy, por primera vez, decido que diez, quince o veinte minutos lejos no van a matarla. A mí, en cambio, me está matando no verla a ella.
He llamado a Elena hasta desgastar el ícono del teléfono, le he enviado mensajes, pero no hay respuesta.
Doblo la esquina de su calle y apago las luces del auto a media cuadra. Camino el resto con las manos en los bolsillos para no parecer un intruso, aunque lo soy. La casa tiene una luz encendida en la sala y otra más tenue al fondo. Golpeo una vez.
Se oye la cadena, la puerta se abre lo just