CAPÍTULO 55: AZÚCAR Y TELÓN
Elena
Los días empiezan a tener forma, aunque no es perfecta como en los escaparates de revista, pero sí mía. Me despierto antes que los mellizos y me quedo un minuto mirando el techo nuevo, escuchando ese silencio de casa grande que todavía no termino de creerme. El aire huele a pan tostado y café; en la cocina hay luz. Jacob aparece sin camisa, con el delantal que Lía le colgó anoche, y me lanza esa sonrisa breve que me desarma como si tuviera un botón secreto.
—Buenos días —dice.
No respondo con palabras; me acerco, le acomodo el nudo del delantal y le robo un sorbo de café. Lía entra arrastrando la manta como una reina aburrida.
—¡Se van a casar! —canturrea mientras da saltitos y vueltas alrededor de nosotros.
—¿Eso significa más helado los domingos? —pregunta Nico con la pelota bajo el brazo.
Jacob me mira como si pidiera permiso para reírse. Me encojo de hombros.
—Significa que hoy hay desayuno —respondo para salvarme—. Y el helado se gana con tareas.