CAPÍTULO 56: EL TELÓN QUE CAE SOBRE MÍ
Elena
No siento las piernas. El corazón se me cae a los pies y, aun así, sigo de pie, como si el cuerpo tuviera memoria de estatua. La cinta dorada del pastel refulge en mi cara como una burla: Estamos esperando un bebé. La escribí con pulso firme hace dos horas y ahora me la están devolviendo como un golpe donde más duele.
Jacob me ve. Lo sé porque su mirada me quema. Lo veo dar un medio paso hacia el pasillo lateral, buscando a alguien —a mí—, pero una mano sale de la nada y se le posa en el antebrazo. Sonya. Él le dice algo, la boca le dibuja una protesta en silencio. Ella apenas inclina la cabeza, lo ordena con una sonrisa que es más filo que gesto. Y entonces Sonya avanza al borde de la tarima, busca con la vista y me encuentra.
—Señoras y señores —anuncia, con esa voz que rellena el salón sin levantar el tono—, antes de continuar, queremos agradecer a una joven artista responsable de esta belleza. —Extiende la mano hacia mí—. Elena, por fav