Marina
Por un momento creo que me he golpeado tan fuerte en la cabeza que estoy viendo cosas, que he empezado a alucinar, pues es la única razón que encuentro ante lo que estoy viendo.
Sin embargo, nada más tengo que sentir la respiración acelerada y asustada de Daniel a mi lado para saber que lamentablemente no es así. Lo que estoy viendo sí es real, mi padre, ese hombre detestable y alcohólico que nos hizo la vida imposible hace tantos años está aquí enfrente de nosotros con una sonrisa en el rostro.
No puedo juzgar a Daniel por no haberlo reconocido al inicio, él era solo un niño de unos 12 años cuándo lo vio por última vez, y a diferencia de entonces, ya no se ve sudoroso y asqueroso por el licor, ahora lleva canas el cabello, traje entero de marca y una sonrisa petulante.
—Hola, Marina, cuánto tiempo sin verte—me dice con una amabilidad tan falsa que siento que me estremezco.
Es como si volviera a ser la niña pequeña que sabe que apenas diga algo indebido va a ser castigada.
Sient