Salvador
Todo el cuerpo me tiembla cuando escucho la explosión. No necesito preguntar qué fue. Lo sé. Lo siento en los huesos. Joseph acaba de mover su primera ficha, y con eso, ha marcado el inicio de esta maldita partida final.
Veo a los hombres del detective empezar a correr y ubicarse en sus posiciones, pero no es suficiente, ellos esperan órdenes, se mueven según las reglas y no entienden que en esta guerra las reglas se han desdibujado.
Pero los entiendo, ellos están obligados a cumplirlas, pero no yo.
Me pongo en pie sin siquiera pestañear y tomo mi arma metiéndola en la parte trasera del pantalón.
—¡No puedes entrar! —grita el detective a mi espalda—. ¡Tenemos un perímetro! ¡Tenemos un plan!
Pero no lo escucho. No lo quiero escuchar.
—Lo siento, pero yo no soy un hombre que se quede de brazos cruzados —escupo, y ya estoy corriendo.
Federico está justo detrás de mí. Su rostro refleja la misma mezcla de rabia, miedo y determinación que debo tener yo, él imita mis movimientos y an